Hablemos de la caza II: La caza como método de regulación del entorno natural

La principal justificación de la práctica cinegética y potencial razón de su estatus legal y social es su supuesto valor medioambiental.  Dentro del colectivo de cazadores y defensores de dicha actividad se argumenta que la caza es una herramienta indispensable para la gestión de poblaciones salvajes y una actividad económica esencial para el medio rural. En esta sección vengo a elucidar la demagogia que se esconde tras este argumento.

El problema de la sobrepoblación

Ante la creciente antropización de los entornos naturales, la caza se suele plantear como la única forma de gestionar situaciones en las que poblaciones de animales salvajes entran en conflicto con la actividad humana. Gran parte de este esfuerzo se enfoca en controlar la sobrepoblación de ciertas especies, normalmente de mamíferos ungulados, como el jabalí o el ciervo.

La sobrepoblación es un problema ecológico y social serio. Para empezar, incurre en un ramoneo desproporcionado, que simplifica la diversidad vegetal del medio. Adicionalmente, facilita la expansión de enfermedades animales como la tuberculosis bovina (TB) o la enfermedad de desgaste crónico (CWD), incide en la regresión de poblaciones autóctonas, como el caso de la perdiz roja y su hibridación con el chukar en España, e incrementa la accidentalidad derivada de colisiones de piezas de caza con vehículos.

La sobrepoblación de herbívoros se produce cuando se cumplen uno o ambos de los siguientes requisitos: Ausencia de depredadores y/o escasez de espacio. A sorpresa de nadie, hay un sector económico en concreto que es responsable de propiciar ambas situaciones en mayor medida que cualquier otro: el sector agrícola/ganadero. Por una parte, los depredadores se cazan para proteger al ganado, y por otra, la ganadería es la industria que más espacio natural se ha atribuido. En Estados Unidos, por ejemplo, hasta el 41 % [1] del terreno arable ha sido modificado o alterado para dar paso a la ganadería y a la agricultura destinada a servir de comida para el ganado.

Pero esta modalidad de caza no solo responde a los intereses de los granjeros, sino también a los de los mismos cazadores. Tanto es así que la caza de depredadores autóctonos con fines de protección del ganado sigue practicándose, pese a que, en 2010, la depredación natural solo causó el 0.23 % de las muertes de vacuno y el 4 % de las muertes de bovino en Estados Unidos [2]. Además, la mayoría de depredadores autóctonos de la zona están en peligro de extinción, por lo que es lógico suponer que las muertes de ganado causadas por la depredación natural sigan disminuyendo. Las causas más comunes de mortalidad del ganado son el clima y las enfermedades, pero el conflicto de intereses radica en que dispararle a una inundación o a un virus no beneficiaria económicamente a la actividad cinegética, ni seria un aporte sustancial al entretenimiento del cazador.

Por otro lado, la caza se ejerce cada vez más sobre animales criados en granjas y liberados en cotos para su captura. Esta modalidad se denomina caza intensiva, se ejerce tanto sobre especies de menor como de mayor, y produce graves desequilibrios en los ecosistemas. En efecto, la sobrepoblación de algunas especies se origina o se mantiene gracias a esta práctica. Por ejemplo, en 2013 se soltaron 1.350.000 ejemplares de perdiz roja en España, procedentes de granjas. Estas supusieron el 55.7 % de las perdices que se mataron ese año con la excusa de la sobrepoblación [3].

Más alarmante aún, en Estados Unidos hay alrededor de 4000 granjas de ciervos, a los que se cría con el único fin de servir de trofeos para los cazadores [4]. Además se practica la tala rasa, propiciando ecosistemas favorables a estas especies criadas artificialmente, para que los cazadores gocen de una gran cantidad de presas. Esta práctica suele producir graves efectos secundarios en el suelo de las tierras afectadas, y es objeto de intenso debate en entornos ecologistas. La demagogia y el vacío de los conceptos es tal que el ciervo se considera una especie sobrepoblada en Estados Unidos.

La actividad cinegética no solo fomenta la sobrepoblación mediante sueltas de animales de granja o tala rasa, también con alimentación suplementaria o instalación de vallados cinegéticos. En resumidas cuentas, la caza como medida para controlar la sobrepoblación de especies ha resultado ser ineficiente y cortoplacista, pues sólo determina su mantenimiento, cuando no su agravación.

El problema de los accidentes de tráfico

El dilema de los accidentes de tráfico provocados por animales silvestres no está exento de la hipocresía que rodea al debate sobre el supuesto potencial de la caza para gestionar el medio rural. Ya hemos visto que tanto la industria ganadera como la caza son precisamente las mayores causas de la sobrepoblación de animales salvajes. Evidentemente, esta sobrepoblación también contribuye a que muchos animales se vean obligados a cruzar vías de tráfico en busca de terreno hábil. A mi parecer, la caza mayor no parece la forma más inteligente de lidiar con este problema.

Como es lógico, una población de animales sin depredadores naturales no abandona un lugar cuando aún es capaz de explotar sus recursos y de prosperar adecuadamente en él. Es probable que mediante el ejercicio de la caza, los animales, al oír los disparos, al oler a los perros o incluso al ver a uno de sus congéneres caer abatido frente a sus ojos, salgan de sus escondites en busca de lugares más seguros, cruzando en su huida carreteras y autovías.

Además, la escasez de espacio natural que la expansión agrícola y ganadera ha provocado, hace que muchos de estos animales se establezcan en las proximidades de zonas de cultivo, donde entrarán en conflicto directo con los granjeros. En época de cosecha, los maizales y los campos de girasoles ya no les servirán de refugio, y quedarán expuestos a cazadores, con lo que serán más susceptibles a huir desconcertados y provocar siniestros.

El impacto indirecto de la caza en el medio

En la primera parte de este ensayo fraccionado, puse los ejemplos de Estados Unidos y España para hablar de los millones de animales que mueren cada año como consecuencia de la caza reglada, pero en el cómputo global de estas cifras nunca se tiene en cuenta la pérdida de biodiversidad derivada de los efectos indirectos de la actividad cinegética.

Dichas pérdidas son propiciados tanto por modalidades reglamentadas (caza mayor y menor, control reglado de depredadores, caza intensiva, cetrería, etc.) como por otros métodos menos selectivos y de carácter intensivo. En este caso hablamos de furtivismo, trampas, empleo de cebos envenenados, lazos, cepos, silvestrismo o muertes ocasionadas por disparo sobre especies no cinegéticas o sobre especies cinegéticas en épocas no hábiles.

Aquí va un ejemplo notorio. En Estados unidos el gobierno planta recurrentemente bombas de cianuro en zonas naturales, con el fin de matar fauna salvaje y proteger al ganado. El método es tan absurdamente poco selectivo que titulares como el de un niño de 14 años y su perro cayendo víctimas de una de estas bombas, acabando con la vida del perro y con el niño en urgencias, están a la orden del día [5] . Cualquiera debería de ser capaz de apreciar que este tipo de iniciativas no encuentran sustento moral alguno.

Tanto la disposición arbitraria de trampas y otras tácticas semejantes, como la caza furtiva dirigida a fauna exótica en safaris, son un escándalo, y una de las formas más perversas que la conducta humana adopta. Por suerte, dichas prácticas se consideran ilegales ya en muchas zonas del mundo, y la opinión pública al respecto parece tender con fuerza a la desaprobación.

El impacto negativo indirecto que las formas regladas de caza tienen en el medio natural es menos llamativo, pero bajo ningún concepto puede considerarse trivial. Ya he hablado del problema de intentar solucionar la sobrepoblación mediante la caza, pero no he hablado sobre la habitual confusión que existe en el planteamiento y en los esfuerzos de muchos cazadores a la hora de enfrentar la sobrepoblación en la práctica.

En muchos casos, por ejemplo, los cazadores abatirán a los ejemplares más fuertes e impresionantes. En el caso de la caza mayor, esto implica que los cazadores centrarán sus esfuerzos e inversión en cazar machos, pues éstos son los portadores de los trofeos que alimentan su afición. Esta estrategia no es adecuada para ejercer el control de poblaciones, bien al contrario, incurre en una transgresión en la evolución de la especie, eliminando a los especímenes más vigorosos y mejor desarrollados, destinados a dejar mejor descendencia. Entre los incontables ejemplos de esto, encontramos la cada vez mas escasa presencia de elefantes africanos con colmillos largos [6], a causa de la presión de la caza furtiva en busca de marfil, o la disminución del tamaño de los cuernos del carnero de las rocosas de Canadá ante la caza por trofeo [7].

En otras ocasiones, se considera más sensible dirigir la caza a aquellos ejemplares más débiles y de avanzada edad, pues de esta forma no se modifica la progresión natural de la especie. El problema con este enfoque, a mi parecer, es que eliminando los ejemplares que no estaban en ningún momento destinados a procrear, no es una medida con sentido para controlar una población, es solo una forma de mantener su ritmo de crecimiento.

Normalmente los depredadores apresan a los ejemplares débiles y a las crías, y es esta combinación la que resulta eficaz a la hora de evitar el crecimiento desproporcionado de una población. Sin embargo, no se suele considerar la matanza de crías, ni si quiera de hembras, en la gran mayoría de ejercicios de caza de abatimiento reglamentados.

El problema del plomo

Otro problema que se suele señalar de la caza reglada es el impacto medioambiental del plomo, la munición de la mayoría de rifles de caza. Hay que tener en cuenta que el 99 % de disparos que realizan los cazadores de aves no dan en el blanco. La principal preocupación ecológica de esta asombrosa falta de puntería es que los perdigones que se desperdician acaban siendo ingeridos accidentalmente por anátidos y otras aves colindantes al entorno. Estas las confunden con gastrolitos, las piedras que ingieren para ayudar a su digestión, sufriendo un severo envenenamiento como consecuencia de ello.

Supuestamente, en Europa, el debate sobre el verdadero impacto perjudicial de este metal en la biodiversidad sigue abierto. Pero como tantos otros debates de esta índole, el que siga con vida solo responde a que el bando de la oposición, los que aseveran que el problema del plomo es irrelevante, se verían económica y personalmente perjudicados de aceptar la moción contraria.

Estos últimos suelen citar un informe de 2019 llevado a cabo por la Universidad Politécnica de Valencia y la universidad de Murcia [8], financiado ni más ni menos que por la Federación Sectorial Armera, el cual tilda de anecdótico el problema del plomo en las aves estudiadas. Este trabajo es el único en restar importancia a la presencia de plomo en el hígado de estas especies cinegéticas, y en vistas de la amplia literatura científica en su contra, y de los problemas relacionados con el diseño muestral (el estudio no toma en cuenta aves acuáticas), no parece indicativo de lo que ocurre en la realidad. En él se habla de cifras de alrededor de un 3 % de las aves muestreadas afectadas (mostrando restos de ingesta de plomo), mientras que la tesis consensuada por el resto de fuentes científicas suele considerar cifras en torno al 20 % de afectación en territorio español [9][10][11].

Algunas aves en riesgo de extinción, como muchas rapaces, también se ven gravemente afectadas por el problema del plomo. Un artículo a fecha de Enero de 2021 [12] confirmó la gravedad del asunto en las aves rapaces autóctonas de España. Aunque estas pueden regurgitar eventualmente la munición de plomo ingerida, el bajo pH de su sistema digestivo, facilita la absorción de plomo y aumenta la concentración de este tóxico en su sangre y otros tejidos, provocando daños severos en su salud o incluso la muerte. El estudio reveló que es una causa importante de muerte y efectos subletales sobre la biosíntesis, el metabolismo y el estrés oxidativo en las rapaces del estado. Otro estudio reciente en el Reino Unido [13] coincide.

Existen soluciones a este problema, incluido el uso de munición alternativa (acero, cobre y otras aleaciones), pero el plomo sigue siendo la munición más eficiente. Aún con alicientes económicos escasos, Dinamarca se convirtió recientemente en el primer país del mundo en prohibir totalmente las municiones de caza con plomo, reconociendo la amenaza que representan para la vida silvestre (¿Recordáis las islas Faroe?).

Los beneficios económicos de la caza

Entre los argumentos mas esgrimidos dentro del colectivo de cazadores encontramos el que apela al dinero que se recauda para fines de conservación de parques y reservas naturales gracias a la totalidad de la actividad cinegética (equipamiento de caza, licencias de cazadores, impuestos a la caza, etc.). En los Estados Unidos, la suma asciende a los 200 millones de dólares al año solo en recaudación tributaria asociada a la caza. Curiosamente, el porcentaje que este dinero supone del total que se destina a la conservación varía des del 3 % hasta el 80 %, según las fuentes consultadas. [14][15]

En búsqueda de la verdad (no muy exhaustiva he de admitir), parece probable que cifras tan elevadas como el 80 % se deban a la confusión de que, de media, entre el 40 % y el 60 % del dinero destinado a agencias de conservación de fauna salvaje de Estados Unidos proviene de contribuciones de los cazadores [16]. En cierto sentido, ellos pagan por el «uso» de los animales salvajes, para que el resto podamos disfrutar de ellos gratuitamente gracias a su dinero. Como veremos, esto es debatible.

En primer lugar, es probable que haya una diferencia considerable entre conservación y lo que las agencias de fauna salvaje hacen en la práctica. Incluso asumiendo que todos los ejercicios de conservación realizados por estas agencias se pueden definir como tal, gran parte de su financiación (quizá la mayor parte) sigue proviniendo de personas que no cazan. En segundo lugar, la gran mayoría de dinero destinado a la conservación proviene de actividades lúdicas practicadas por la población estándar, como visitas a observatorios de fauna salvaje o a parques y reservas naturales. Eliminando la actividad cinegética, y, por contra, fomentando otro tipo de actividades en la naturaleza que no requieran de la matanza de ningún animal, fácilmente se conseguiría recaudar más fondos para la propia conservación de dichos espacios.

Es probable que ese 3 % que algunas fuentes citan se refiere al total de la conservación, y no solo la que llevan a cabo las agencias de fauna salvaje. No voy a hacer los cálculos, pero teniendo en cuenta que menos del 4 % de la población total de los Estados Unidos afirma cazar o dedicarse a la caza, cifras como la del 80 % parecen cómicamente improbables. Los datos sugieren que la cantidad de dinero destinado a fines medioambientales que proviene de la caza es insignificante.

Divagando un poco, un estudio del 2019 [17] trató de cuantificar por primera vez el impacto económico que tienen los espacios naturales a la hora de reducir el coste de tratamientos, cuidados y absentismos laborales provocados por enfermedades mentales en todo el mundo. Calcularon que los parques nacionales están proporcionando un valor económico de alrededor de 6 billones de dólares (5.45 billones de euros) anuales en todo el mundo, más de 4 veces el producto interior bruto de España.

Con el estudio, pretenden crear un argumento político convincente, pues la economía mundial ha invertido muy poco en la conservación de la naturaleza debido a que estos servicios se han prestado de forma gratuita, a pesar del alto valor de los ecosistemas. Es sabido que la exposición a la naturaleza mejora la salud mental y el bienestar de las personas, asimismo, es evidente que una mala salud mental impone grandes costes en la economía. Pese a la gran incertidumbre que unos cálculos sobre un sistema tan complejo están destinados a acarrear, el argumento básico se mantiene de que fomentar actividades lúdicas no invasivas en la naturaleza aportaría un beneficio económico mucho más substancial que el que a priori se puede llegar a considerar.

Por otra parte, ya hemos visto que la mayoría de ejercicios de caza se justifican en respuesta a los intereses de la industria ganadera. Esta industria se nutre de subvenciones gubernamentales en cantidades desesperantemente elevadas. Abogando por la reducción del impacto del sector, además de abogar por formas alternativas de disfrutar de la naturaleza, se superaría con creces cualquier noción de beneficio económica que se pueda uno imaginar por parte del sector cinegético y para el bien del medio natural.

Alternativas a corto plazo

Volviendo, de nuevo, al tema de la sobrepoblación, es tautológicamente cierto que disparar a animales en el pulmón es una forma eficaz de reducir en número su población. El hecho de que no esté funcionando correctamente en la práctica parece responder a la inclinación de los involucrados a preocuparse más por el beneficio económico y personal que la actividad produce, que por el medio ambiente. Quizá esto explica por qué nunca he visto a un cazador compartiendo fotos suyas al lado de un punto verde o de una turbina eólica, a pesar de su afición por compartir selfies con instancias de comportamientos que consideran ecológicamente irreprochables.

Esto implica que, de realizarse correctamente, ¿la caza serviría para atajar el problema de la sobrepoblación? Probablemente. Sin embargo, si existiera alguna forma de controlar el crecimiento y el desplazamiento de poblaciones animales que no implicara la matanza de éstos, sustituirla inmediatamente debería de constituir una obligación moral obvia. Pues bien, a continuación veremos que, aún cuando las alternativas existen, el lobby de la caza no parece interesado en aplicar la lógica deóntica correctamente .

La medida más esperanzadora en estas líneas es la anticoncepción de fauna salvaje, consistente en esterilizar a algunos animales dentro de una población. En algunas zonas de los Estados Unidos ya se ha probado esta estrategia con ciervos salvajes, consiguiendo una reducción de la población de hasta el 60 % [18]. Cabe estudiar bien los efectos psicológicos adversos que dicha práctica puede ocasionar en los especímenes afectados, pero muy probablemente estamos hablando de unos niveles de sufrimiento global mucho más reducidos que con la violencia y el terror que caracterizan a la gran mayoría de ejercicios de caza.

El problema de este enfoque es el elevado coste económico, y la falta de incentivos personales por parte de los aficionados a la caza. Para muchos, sustituir la controversial tradición milenaria para adoptar esta moderna forma de gestión del medio, es mucho menos glamuroso y disfrutable, y tiene una apariencia mucho mas artificial. A estas alturas del ensayo creo que sobra decir que no es un argumento que vaya a persuadirme. No son los intereses personales de los cazadores los que deberían de tenerse en cuenta, sino los de los animales a los que les va la vida en ello.  

Además del control de natalidad, existen otras opciones como la delimitación de zonas con recursos olfativos (haciendo uso del desarrollado sentido del olfato de muchas especies cinegéticas), los vallados, el control de las fuentes de alimentos, los comederos forestales o el control natural de la población a base de la reintroducción de depredadores salvajes autóctonos (esta última es especialmente controversial, pues pretende solucionar el sufrimiento animal a base de añadir sufrimiento animal).

Referencias

[1] Here’s how America uses its land https://www.bloomberg.com/graphics/2018-us-land-use/
[2] Livestock killed by native predators https://wildearthguardians.org/historical-archive/livestock-losses/
[3] 7 verdades sobre el impacto de la caza en España https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/adjuntos-spip/pdf/info-verdades-caza.pdf
[4] White tailed deer production https://extension.psu.edu/white-tailed-deer-production
[5] The secretive government agency planting ‘cyanide bombs’ across the US https://www.theguardian.com/environment/2020/jun/26/cyanide-bombs-wildfire-services-idaho
[6] Under poaching pressure, elephants are evolving to lose their tusks https://www.nationalgeographic.com/animals/article/wildlife-watch-news-tuskless-elephants-behavior-change
[7] Intense trophy hunting leads to artificial evolution in horn size in bighorn sheep https://phys.org/news/2016-01-intense-trophy-artificial-evolution-horn.html
[8] Antonio de José Prada et al. Incidencia y repercusión sobre las aves cinegéticas no acuáticas por aporte de perdigones de plomo al medio terrestre, 2019 https://revistajaraysedal.es/wp-content/uploads/Estudio-sobre-aporte-de-perdigones-de-plomo-2019.04.08.pdf
[9] Rafael Mateo Incidence of lead poisoning in wild birds and regulations adopted on the use of lead ammunition, 2017 https://digital.csic.es/bitstream/10261/175053/1/incidenammuni.pdf
[10] José M. Gil Sánchez et al. From sport hunting to breeding success: Patterns of lead ammunition ingestion and its effects on an endangered raptor, 2018 https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969717324117
[11] Patricia Mateo Tomás et al. EU Science for Environmental Policy Summary on a paper mapping griffon vulture’s lead exposure, 2016 https://www.researchgate.net/publication/311427005_EU_Science_for_Environmental_Policy_Summary_on_a_paper_mapping_griffon_vulture%27s_lead_exposure
[12] Esther Descalzo et al. Integrating active and passive monitoring to assess sublethal effects and mortality from lead poisoning in birds of prey, 2021 https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969720357892
[13] Mark A. Taggart et al. Concentration and origin of lead (Pb) in liver and bone of Eurasian buzzards (Buteo buteo) in the United Kingdom, 2020 https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S026974912036317X
[14] How long has the Federal Government been setting aside lands for wildlife? https://www.fws.gov/refuges/about/acquisition.html#money
[15] Decline in hunting threatens conservation funding https://cnr.ncsu.edu/news/2021/01/decline-in-hunting-threatens-conservation-funding/
[16] Why Hunting Isn’t Conservation, and Why It Matters https://rewilding.org/hunting-isnt-conservation/
[17] Ralph Buckley et al. Economic value of protected areas via visitor mental health, 2019 https://www.nature.com/articles/s41467-019-12631-6
[18] Controlling deer populations humanely https://www.humanesociety.org/resources/controlling-deer-populations-humanely

Enlaces

https://www.washingtonpost.com/science/2019/06/14/deadly-deer-disease-is-spreading-could-it-strike-people-too/
https://www.scientificamerican.com/article/why-killing-coyotes-doesn-rsquo-t-make-livestock-safer/
https://www.thoughtco.com/hunting-myths-and-facts-127898
https://www.eldiario.es/sociedad/cantidad-diseminan-cazadores-naturaleza-aconseja_1_1872211.html
https://www.elconfidencial.com/espana/2020-02-05/perdigon-plomo-caza-prohibicion-europa_2441560/
https://rewilding.org/hunting-isnt-conservation/

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