En Estados Unidos, cerca de 100 millones de animales mueren víctimas de la caza cada año. Estos números quedan muy lejos de los más de 50 billones de animales asesinados por comida en el país este mismo año, pero siguen requiriendo de una justificación a la altura de la magnitud de la violencia perpetrada. Por supuesto, el colectivo animalista niega que semejante justificación exista, mientras que cazadores y personas afines a la actividad cinegética afirman poseer multitud de razones para justificar la continuación de la práctica. Este choque ideológico ha generado un debate de un rigor decepcionante por ambas partes, lo cual dificulta una verdadera apreciación de la circularidad y demagogia que abunda en el bando que aboga por la caza.
En el presente ensayo, pretendo defender que la caza reglada en sociedades desarrolladas no es razonable, además de proponer alternativas más éticas y más eficaces a la hora de resolver los problemas que tradicionalmente le han proporcionado su estatus legal. Mi intención es ofrecer una sofisticación a la altura de la verdadera complejidad del debate, tanto a nivel filosófico, como a nivel pragmático. Para hacer esto, primero descartaré los argumentos que sostienen aquellos que no han dedicado más de 5 minutos de pensamiento al dilema.
Los peores argumentos a favor de la caza
«La caza es natural». Incurre en la falacia naturalista, ya que asume que algo es bueno porque es natural. Por otro lado, no hay nada de natural en armarse con rifles de última generación, tecnología GPS, camuflajes de diseño y automóviles todoterreno para acorralar y matar a un puñado de animales desprevenidos.
«La caza es una tradición». Apelar a la tradición es otra falacia conocida. El hecho de que una práctica sea tradicional no aporta información sobre su valía. El festival de Yulin, el Eid al-Adha musulmán, la matanza del ballenas en las islas Feroe o el sacrificio del búfalo Nepalí, también son prácticas tradicionales. Uno puede juzgar por sí mismo.
«La caza destinada al consumo de carne es una alternativa moralmente superior a la ganadería intensiva». A diferencia del ganado, los animales que se obtienen de la caza han vivido en libertad, y suelen morir de forma más inmediata e indolora. Por ello, muchos cazadores afirman que la caza es una forma más ética y adecuada de abastecer a la población de carne. Varios problemas surgen de considerar seriamente dicha proposición.
Para empezar, no hay suficientes animales salvajes como para mantener la actual demanda de carne. Ni de lejos. De hecho, es por esta misma razón que la industria cárnica fue creada y que la cría intensiva de animales domésticos existe. La mayoría de cazadores son conscientes de ello, y entienden que no todo el mundo puede practicar la caza, por lo que suelen afirmar que ésta ha de estar reservada a un colectivo específico y muy minoritario de la población, con tal de no exterminar la fauna salvaje inútilmente.
Es decir, el argumento implica que consumir animales domésticos es peor que consumir animales cazados, que no todo el mundo debería de practicar la caza y que no es posible abastecer a la población actual con lo obtenido por la misma. La conclusión lógica es que la población que no caza debería de considerar el veganismo, y que los cazadores solo deberían de alimentarse de lo que la actividad cinegética produce. Tengo serias dudas sobre si esta es la posición que defienden la mayoría de cazadores.
Todo esto asume que el consumo de carne y de productos animales es necesario para el ser humano. Sin embargo, la literatura científica más reciente [1][2] nos informa de que una dieta vegana bien planificada cumple con los requerimientos nutricionales esenciales y es adecuada para cualquier etapa de la vida, incluyendo el embarazo. Al final, el argumento propone una falsa dicotomía, pues ignora una tercera opción, que consistiría en nunca matar animales con el único fin de consumirlos.
«La caza es un acto altruista». Relacionado con el anterior, pero más específico, muchos cazadores sugieren que matar a animales silvestres puede llegar a ser un acto altruista en sí mismo, pues morir a manos de un cazador es preferible a morir por depredación, enfermedad, inanición o catástrofes naturales. Por supuesto, ningún cazador que abata a depredadores estará en virtud de esgrimir este argumento.
Esto se podría reducir al absurdo, concluyendo que exterminar a todos los animales salvajes seria moralmente preferible a dejarles morir por procesos naturales, aunque esta réplica probablemente incurriría en un grave hombre de paja.
Siendo más serios, el primer problema obvio con el argumento es que cuando un cazador mata a un animal, no esta evitando que los depredadores maten a otros animales, ya que estos tendrán que comer igualmente. Al apresar animales salvajes, los cazadores simplemente están contribuyendo con muertes extra.
El segundo problema importante es uno de carácter psicológico. Por lo general, los cazadores disfrutaran de su día de caza, lo llamaran deporte, y llamaran trofeos a las cabezas decapitadas de sus víctimas de mayor atractivo estético, colgaran orgullosos fotografías de sus hazañas en las redes sociales y esperarán con ansias la próxima jornada de caza. Nada de esto suena particularmente altruista. Un ejemplo de verdadero altruismo en pro del bienestar animal es cuando un veterinario tiene que tomar la dura decisión de acabar con la vida de un perro en condición terminal para evitar su sufrimiento. Por supuesto, cualquier atrevimiento por parte del veterinario de celebrar la eutanasia de un animal seria motivo de desautorización inmediata.
Finalmente, con este argumento entramos en una de las mayores paradojas dentro de los argumentos que los cazadores usan. Cazando animales salvajes, según el argumento altruista, los cazadores pretenden evitar que algunos herbívoros sean depredados, es decir, pretenden impedir el desarrollo natural del ecosistema. Sin embargo, esta visión se yuxtapone al argumento principal que los cazadores usan, el cual propone que la caza ayuda a restaurar y estabilizar ecosistemas.
Si uno busca restaurar la ecología, por defecto uno quiere que los depredadores se coman a sus presas, creando un ciclo metabólico cerrado en el que los restos nutrirán a carroñeros oportunistas e insectos, para finalmente nutrir el suelo, y este a la vegetación que finalmente alimentará a los animales de niveles tróficos superiores. Cuando los cazadores van al monte, remueven a sus presas del ecosistema, creando un ciclo metabólico abierto, una transgresión en el mundo natural. Ambas ideas, la del altruismo y la de la regulación del ecosistema, no se pueden sostener simultáneamente.
Referencias
[1] Winston J. Craig et al. Position of the American Dietetic Association: vegetarian diets, 2009
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27886704/
[2] Vesanto Melina et al. Position of the Academy of Nutrition and Dietetics: Vegetarian Diets, 2016
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19562864/
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