Hablemos de la caza V: Conclusión

Obviamente, la caza no respeta el derecho más fundamental de los animales, la vida. Pero muchas de las modalidades de caza no respetan siquiera los principios más elementales del bienestar animal, ni con los ejemplares pertenecientes a las especies objeto de la actividad, ni con los animales domésticos que se emplean en ella.

Además, la caza resulta ineficaz a la hora de resolver los problemas que justifican su propia existencia, a saber, la gestión de la biodiversidad y del medio rural, así como la protección de cultivo y ganado. Aun así, y ante la existencia de alternativas más éticas, estas justificaciones siguen conformando el mantra repetido incesantemente por el lobby de la caza, y el que las instituciones y administraciones siguen aceptando en un ejercicio de cinismo palmario. De esta forma, “matan dos pájaros de un tiro” , ya que satisfacen los intereses tanto de las federaciones de caza como de los agricultores y ganaderos.

Asimismo, un análisis filosófico con lentes utilitaristas revela que la caza puede conducir a una minimización del sufrimiento animal en ciertos contextos. De modo que, a pesar de que hemos visto que la ecología, la tradición o el entretenimiento no son buenas razones para justificar o practicar la caza, es posible que, puntualmente, la búsqueda del bienestar animal sí constituya una razón legítima.

En resumen, la evidencia empírica y el fracaso de la discusión normativa al respecto parecen indicar que la caza reglada nunca va a ser eficaz para controlar lo que es el objeto sustancial de su actividad, pues está en su propio interés que siempre haya animales sobre los que ejercerla con el fin de obtener beneficio económico. Si realmente estuviera en el interés de las personas dedicadas al sector cinegético el bienestar de todos los animales y la conservación del medio ambiente, coincidirían en que el veganismo es una alternativa mucho más completa y prometedora en este sentido.

Como nota final, es muy fácil verse persuadido por el impacto emocional que caracteriza a la mayoría de argumentos anti-caza cuando uno siente una mínima empatía por los animales. Al fin y al cabo, si con ella estamos causando sufrimiento a animales inocentes de manera totalmente innecesaria, a beneficio de nadie e incluso para el perjuicio del medio, su abolición resulta indiscutible y menester. Sin embargo, no hay que olvidar que el debate tiene ciertas sutilezas, y ser muy categóricos al respecto puede llevarnos a conclusiones analíticamente incorrectas y a escenarios contraproducentes en la práctica.

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